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Cinco Días: Viernes.

Written by: MasterJuan

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VIERNES   Amaneció feliz, pues hoy era el día en que conocería a su Amo. Se lo había dicho al finalizar el día anterior, en una jornada dura y desafiante. Aún tenía consecuencias de ello en su cuerpo, pero no le importaban, eran el precio que debía pagar por los beneficios que recibía.

Sentía las anillas en las bolas y la jaula en su polla, frías, metálicas presentes allí para hacerle saber su pertenencia a Duncan HH. Molestaban, pero menos que ayer. Tenía una erección en el momento de levantarse. Se duchó con cuidado, porque sabía que mantener la higiene en la jaula era de vital importancia. Siempre usaba bóxer CK, pero debía evaluar la situación pensando en la jaula. Busco un más ajustado y pequeño, que se amoldara a su dispositivo. Las tetillas aún dolían y estaban enrojecidas y dañadas, las cubrió con una crema de aloe vera que tenía desde que se hizo un corte en el brazo.

Ese día no iría al trabajo, pues iba a asistir a un seminario de psicología clínica que organizaba su antigua universidad y a la cual no pensaba ir, pero fue su jefatura quién se lo ordenó.

Se sintió extraño caminando hacia el Metro, la jaula molestaba de tanto en tanto, pero es cosa de acostumbrarse, pensó.

A la Universidad llegó cerca de las 8:40 horas, se acreditó y luego tomó un café, mientras leía un libro. En eso estaba, cuando fue sorprendido por el exaltado saludo de un ex compañero de Universidad, que también asistía al seminario:

  • ¡Pero vaya, que sorpresa, Joaco!, ¡Hola!, ¿cómo estás?
  • ¡Hola Benja!, ¡Tanto tiempo!, Yo muy bien, gracias, ¿y tú?
  • Yo súper. Que alegría verte. Te había perdido la pista al salir de la U.
  • Sí, me fui a trabajar unos meses afuera y ahí perdimos el contacto.
  • La verdad es que yo vengo regresando hace poco también. Oye Joaco ¿sigues en pareja?
  • No, eso terminó hace unos meses. Ahora sin nada. ¿Tú?
  • Igual, soltero, pero por más tiempo. Oye, qué bueno que hayas terminado con tu ex pareja. ¿Por qué dices eso?
  • Es terrible ella, siempre nos preguntamos cómo la aguantabas. Era francamente insoportable.
  • No exageres.

“No exageras, en verdad” pensó Joaquín, pero no dijo nada. Su amigo Benja era homosexual, abiertamente, en la universidad, mientras que Joaquín se movía en un bisexualismo recatado y discreto. Con Benja hubo una gran amistad y una cierta tensión sexual, pero nunca sucedió nada, salvo un par de besos, medios ebrios, en una fiesta.

Joaquín sintió que esa atracción de Benja hacia él no había disminuido, y no tardó mucho en constatar que no eran sólo ideas suyas, pues su amigo le dijo, directamente:

  • Oye Joaco, aprovechando que ahora estamos solteros ambos, podríamos juntarnos y ver que se da.
  • Lo dudo.
  • Qué lástima, siempre quise hacerlo contigo, pero nunca te abriste a esa posibilidad y luego te emparejaste.
  • ¿En serio querías tener sexo conmigo?
  • ¡Desde que te conocí!, pero eran tan distante y nunca me diste la opción.

“Qué locura”, pensó Joaquín “estuve enamorado de este tipo durante toda la universidad y me vengo a enterar de esto hoy”.

  • Lástima, apareciste en el día menos propicio.
  • En serio, ¿por qué?
  • Porqué hoy tengo un compromiso muy importante y no puedo hacer nada para cambiarlo.
  • ¿Lo conversamos en otro día?
  • Creo que no habrá otro día.
  • Aunque te enojes, seguiré intentando.

Joaquín sólo rio.Durante el resto del seminario, Benja persistió, pero Joaquín se mantuvo inalterable y firme.

Finalizaron almorzando juntos, intercambiando números de los teléfonos móviles y se despidieron,

En la oficina se había acumulado el trabajo y trato de sacar la mayor cantidad de informes, reportes, responder correos y preparar minutas. Se tuvo que quedar una hora adicional para avanzar un poco más. Se despidió de sus compañeros y volvió a su apartamento Le entraron las dudas ¿a qué hora lo citaría el Amo? ¿debía ir al gimnasio? ¿cómo debía presentarse?

Y no recibía ninguna instrucción. Recordó lo que el Amo DHH le dijo el miércoles: no debía suspender el entrenamiento en el gimnasio y hoy correspondía ir.

Se preparó y fue a su entrenamiento en el gimnasio. Hoy corresponde brazos y full body y los realizó a conciencia, esforzándose y dando lo mejor de sí, pese al dolor en las tetillas y la incomodidad del dispositivo de castidad.

Salió a las 20:30 horas del gimnasio, sudado, cansado, pero satisfecho de su rendimiento. Se ducho en el apartamento y espero.

Justo a las 21:00 horas llegó un mensaje del Amo DHH: Debía presentarse en una dirección que se señalaba, le indicaba la hora (22:00) y le impartía otras dos instrucciones:

  • Llevar la caja con los artículos que había recibido.
  • Al llegar, debía tocar la puerta y esperar que se le abriese.

Sólo el recibir el mensaje y tener la certeza del lugar y hora en que se concretaría la cita con el hombre con el cual había mantenido una relación de dominación de casi 5 días le despertó una intensa ansiedad y nerviosismo.

Ordenó la caja y la cerró, se vistió con un ajustado bóxer negro CK, un jeans , botines café, una sudadera y una chaqueta Tommy Hilfiger azul.

Revisó en Google Maps la ubicación y rió con Street View que era. Descubrió que era una casa antigua, de fachada continua, de ladrillo y en la imagen aparecía pintada de color azul, con puertas de madera.

Utilizó una aplicación y un automóvil le recogió en la puerta del edificio, 20 minutos antes de la hora, llegando frente a la casa justo cuando faltaban 5 minutos. Espero, con el teléfono móvil en la mano, en la vereda de enfrente, muy nervioso y mirando constantemente si llegaba algún mensaje. faltando un minuto cruzó. la calle estaba vacía, con poca iluminación y casi en silencio.

A las 21:00 horas en punto, tocó la puerta y al cabo de unos segundos, que a Joaquín le parecieron eternos, el portero eléctrico de la puerta la abrió. Empujó suavemente la puerta y cruzó el dintel de la puerta, subiendo un escalón. Al abrir la puerta, se apreció un largo pasillo con piso de cemento pulido y paredes en color terracota y cielo azul, con una iluminación tenue. No había nadie.

El nerviosismo de Joaquín era total. A un metro del umbral, adosado a la pared derecha del pasillo, había una mesa, con un sobre y una caja. Abrió el sobre y en él estaban las primeras instrucciones. El texto era claro:

  • Cierra la puerta. Joaquín lo hizo.
  • Ponte el collar que traes en tu caja. Abre su caja, saca el collar, lo adora y se lo pone en el cuello, muy ajustado, como le han instruido desde que lo recibió.
  • Desnudarse completamente y dejar la ropa ordenada a un costado de la mesa. Joaquín obedece inmediatamente de leída la instrucción. Ordena su ropa y la despioja junto al calzado en el lugar señalado.
  • Debe abrir la caja y extraer de ella unas esposas, ponérselas en sus muñecas, con las manos en la espalda, y esperar mirando al suelo con e tronco flechado hacia adelante. Joaquín extrae las esposas, que son grandes, metálicas que funcionan con magnetos que se atraen y cierran, se pone de rodillas, se pone la primera esposa en su muñeca derecha, la lleva hacia su espalda y luego su otra mano recoge la parte que falta de la esposa y logra que ella se cierre sobre su segunda muñeca. Dobla su cerviz y espera.

Se apaga la tenue luz y una oscuridad casi total se apropia del lugar, aparte de un silencio que permite escuchar la respiración nerviosa y el latido acelerado de Joaquín. Nada sucede, nada se mueve, no hay actividad, aunque Joaquín siente que el Amo está ahí, que está siendo observado y examinado.

El silencio se prolonga y la espera genera más ansiedad y el sentimiento de inferioridad. Joaquín está ahí, esperando, desvalido, deseoso de complacer y ser aceptado definitivamente.

Se encendió la luz. Alguien se acercó y cuando estaba a su lado supo que no era el Amo.

  • Pon derecha tu espalda - dijo la voz.

La reconoció inmediatamente. Era Phillipe. Lo vio de reojo, iba solo con un bañador. Tenía un excelente cuerpo.

Phillipe cogio la cabeza de Joaquín y la cubrió con una sofocante máscara de cuero que fue cerrando en la parte posterior uniendo una cuerda y los remaches, con metódico esfuerzo.

Joaquín fue sintiendo como la mascara se iba cerrando y pegándose a su piel. Cuando terminó de instalarla, le dio un golpe en el costado, y luego instaló sobre ella una mordaza y cubrió los orificios de los ojos con partes de cuero que adhirió a los broches ubicados a los costados. Quedo ciego y mudo sólo los orificios de la nariz quedaron abiertos.

  • Ponte de pie - le dijo Phillipe.

Le puso un cadena de metal que unió al collar del cuello y comenzó a jalarlo. Joaquín siguió mansamente, con pasos cortos, temerosos, palpando el suelo, no sabiendo dónde iba ni lo que pisaba.

Phillipe le ordenó detenerse y ponerse nuevamente de rodilla.

Hubo nuevamente una espera, más prolongada e inquieta, porque sentía otras personas cerca, rondando, caminando, moviendo cosas.

No supo cuánto tiempo pasó, quizás 5 minutos, o tal vez más, pero finalmente alguien se acercó por detrás, seguramente Phillipe, y le quitó las partes de cuero que tapaban los orificios para los ojos y sacó la mordaza.

Toda la espera había valido la pena, toda la angustia se disipó y el dolor había sido una ofrenda necesaria: sentado en un sofá roja estaba el Amo Duncan, completamente vestido de cuero: botas altas de cuero, pantalones de cuero, camisa de cuero, sin máscara, para que el esclavo lo viera.

A Joaquín se le aceleraron las palpitaciones del corazón, sentía el sudor en sus manos y una poderosa excitación.

  • Buenas noches, esclavo
  • Buenas noches mi Señor. Gracias por permitirme estar con usted esta noche.
  • ¿Quién eres?
  • ¡Soy una basura, Señor, y no valgo nada, Señor!
  • Bien, veo que no lo has olvidado.
  • No Señor, lo tengo muy presente.

Y el Amo Duncan le hizo un gesto con la mano, indicándole que se acercara. Joaquín obedeció, avanzando utilizando sus rodillas. Cuando estaba a una distancia suficiente, el Amo toco las bolas del esclavo apretándolas sin excesiva fuerza, sola la suficiente para excitarlo.

El Amo posó ambas botas en el suelo y le dijo a Joaquín:

  • Mis botas están sucias, debes limpiarlas.
  • Sí Señor, a sus órdenes.

No sin esfuerzo, pues aún tenía las esposas en sus muñecas, llegó con su lengua a las botas y comenzó a limpiarlas con su lengua, con total devoción. El sabor del cuero le salió extraño, hasta desagradable, pero no le importó. Hizo su mejor esfuerzo para dejarlas pulcras y brillantes.

Cuando terminó su faena de limpieza del cuero, el Amo Duncan poso sus pies en los hombros de aquel y le dijo:

  • Creo que la suela también está sucia, límpiala.
  • Sí Señor, a sus órdenes.

Y mientras una bota pasaba en el hombro de Joaquín la suela de la otra era aseada por su lengua. Le provocó un asco inmenso, pero siguió, hasta terminar éste y la otra.

El Amo Duncan se puso de pie y acercó su zona de entrepiernas al rostro de Joaquín. Le pareció un regalo inmerecido, un olor divino, una presencia magnífica.

Joaquín acercó su rostro y pasó su lengua en el pantalón y beso aquellos.

El Amo le levantó y quedaron frente a frente. Era más lato que él, mucho más atlético e imponente. Tenía el control, pero era más que eso, dominaba todo. Si hubiera ordenado que parara de reparar, Joaquín lo habría cumplido.

Joaquín sentía temor de mirarle a los ojos, e instintivamente su vista bajaba al suelo.

El Amo llevaba guantes de cuero, finos y bien diseñados. Con esos guantes, las manos del Amo Duncan palparon las tetillas de Joaquín y luego las cogieron:

  • Buenas tetillas, aguantadoras. Han sufrido los últimos días. ¿Sientes dolor ahora?
  • Un poco Señor.
  • ¿Y que me vas a pedir?
  • ¡Que me castigue las tetillas, Señor!
  • ¿Qué te las castigue? ¿Fuerte o suave?
  • ¡Fuerte, Señor, muy fuerte!
  • ¿Con algún cuidado?
  • ¡Sin piedad, Señor, sin piedad!

Y El Amo Duncan cogió ambas tetillas y son fuerza devastadora apretó las tetillas, las retorcijón giró, estiró, volvió a apretar y así estuvo mucho rato. Para Joaquín fue una prueba agonizante y terrible, con un dolor devastador.

Cuando el Amo Duncan concluyó, Joaquín estaba llorando, y aún así dio las gracias.

El Amo Duncan lo abrazó y acarició y Joaquín lloró desconsoladamente. Phillipe se acercó y le quitó las esposas.

Joaquín aún sollozando, sólo atinó a abrazar al Amo mientras este le seguía acariciando. El Amo le beso en los labios y Joaquín se sintió pleno.

Todo no terminó aquí, porque estuvieron hasta la mañana siguiente, pero esa es otra historia, la del sexto día.

El Amo Duncan estaba feliz con su nuevo esclavo, pero más aún con el éxito de su método de los cinco días.

Joaquín sabía al iniciar ese día que al terminar el mismo todo habría cambiado. Mientras abrazaba a ese hombre poderoso que ahora reconocía como su dueño, supo que efectivamente ahora era otro, no sabía muy bien qué, pero prefería que lo reconociesen como esclavo.

Mientras besaba al Amo, le daba las gracias y repetía en silencio “¡Soy una basura, Señor, y no valgo nada, Señor!”.

Cinco Días: Viernes.

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